jueves, 26 de noviembre de 2009

Ejercicio: "Un gesto ante el espejo". Asignatura: Prácticas de Escritura.

Es el momento. Nadie va a abrir la puerta; he sacado la llave del cerrojo de fuera para, posteriormente, insertarla en el de dentro y darle las tres vueltas que son capaces de prestarme la más absoluta intimidad. Sola ante la cama, la mesa de estudio, la incómoda silla, la estantería y el armario. Para las demás, es lo único que mi habitación esconde. Para mí, hay un mundo de secretos que sólo Él conoce. Empezando por el espejo.
“¿Está prohibido tener espejo?”, pregunté una vez. Desviando los ojos, me contestaron, una tras otra, que no. No es recomendable, no es correcto, no se debe… En definitiva, tenía que aprender a prescindir de él. O eso pretendían.
Pero mi hermana Rosario, la que más sintió mi partida, un día me sorprendió con un regalo envuelto en papel burbuja. “Un cuadro pintado por mí”, dijo al entrar. Una obra de arte sí era: reflejaba mi aspecto, mañana tras mañana, con una belleza que ningún otro espejo me había otorgado. Lo colgué en una de las puertas del armario, hacia dentro, cubierto por los abrigos de invierno. Nadie, desde la visita de Rosario, me volvió a preguntar por el cuadro. Esas cosas banales, aquí, no importan.

Abro de par en par el ropero. La puerta izquierda es pura, inmaculada, virgen y ajena a lo que ocurre enfrente. Sin embargo, no soy capaz de hacerlo sin ella custodiando, ofreciendo la seguridad de un confesionario con su cálida acogida. La derecha me espera. Es ahí donde se esconden mis sueños, mis ilusiones, la parte oculta de mi ser que aún no ha desaparecido. Algún día no necesitaré hacerlo, pero hoy lo tomo como algo necesario.
El reflejo en el cristal, con la luz del amanecer inundando mi costado, se me antoja hermoso. Una mujer joven, no demasiado alta, con la melena recogida en un moño y un camisón que alcanza los dedos de los pies, se presenta ante mí. Dulce y tierna, sin duda. Sin embargo, algo falla. Los ojos miran entristecidos, mostrando un azul grisáceo carente de brillo y muriendo entre las oscuras ojeras de la penitencia eterna.
Debo atreverme. Esa chica no puede quedarse así, siempre. Al menos, mientras su piel no haya insinuado arrugas, sus curvas sigan firmes y su rostro, radiante. Es ahora, no mañana.
Desabrocho los botones del camisón, uno a uno, comenzando por el del cuello. Los hombros, los pechos, endurecidos de la emoción, el ombligo, el pubis, las piernas, se descubren como los de una muchacha cualquiera, como ésa que tomó las riendas de su vida de otra forma.
Solos yo y mi pecado original. La confesión vendrá más tarde.
No puedo entretenerme. Debo practicar antes de que llamen, asustadas, a la puerta, a la hora del desayuno.

Veo cómo la mujer del reflejo empieza a hacer lo que yo tenía miedo de experimentar. Se aleja, con zancadas largas, sin dejar de mirarme, para colocarse apoyada en la pared. Puedo ver cómo su tórax se mueve, enérgicamente, arriba y abajo. Estoy nerviosa, y ella también. Sabemos lo que va a ocurrir. De pronto, sin yo esperarlo, empieza. Una pierna delante, luego la otra, y ya lo estamos haciendo. Movemos las caderas al compás, de un modo extraordinariamente sensual. Me sorprendo: lo he conseguido. Los pies, lentos, continúan acercándose al espejo, mientras nos contoneamos como cualquier buscona que no sepa lo que es el pecado. Nos estamos acercando. Ella y yo, aunque lentamente para prolongar el placer, estamos a punto de chocar. Y será entonces cuando el gesto que tanto he deseado venga acompañado de las palabras que necesito pronunciar. La sensación lujuriosa va en aumento y noto cómo yo misma me deseo. Él me está observando con el ceño fruncido, lo sé, pero ya hablaremos más tarde.
Sin apenas darme cuenta, ya estamos frente a frente; esa mujer de mundo reflejada en mí, ese yo reflejado en ella, desnudas, embadurnadas de erotismo, a punto de decirlo.
Se toca los senos como nunca había visto hacerlo a nadie, y yo también. Con su mano derecha se suelta el pelo; yo lo hago con la izquierda a la par. Ya llega, noto cómo las palabras se pelean por salir de nuestras bocas.
- Quiero follar con usted, Padre Damián.

Yo pensaba que no iba a ser tan directo. Que mediría mis impulsos, que Él me frenaría, que no sería capaz. Pero lo he dicho. Lo hemos dicho. La chica dura y yo. Y de una forma obscena, como lo haría cualquier prostituta que buscara sexo rápido sin sentimiento alguno.
Veo que la oscuridad de sus ojeras acrecienta. No deja de mirarme, pero la mujer fatal que parecía se desmorona, y yo igual. Se tapa el pecho y el pubis y, mientras a mí me empiezan a escocer los ojos, veo una lágrima sostenida en sus pestañas. No puede más; yo tampoco. Dejamos de mirarnos por un momento, pero cuando cojo con los dedos la cruz que me cuelga del cuello para besarla, veo de reojo que ella también lo está haciendo.
No he debido, no he debido, no he debido. Entono el mea culpa mientras, sin poner freno, lloro a caudales. ¿Cómo voy a confesar esto? Me he quedado sola ante el pecado. El reflejo se marchará cuando cierre el armario, seguirá con su vida de chica fácil, pero yo debo cumplir sus órdenes, día tras día, con esta suciedad. No podré confesárselo al Padre Damián, me tomará por loca, querrá que salga del convento y me convertiré en una más, llena de grasa de hombre, de placeres ateos, de mal, de mal, de mal…

Llaman a la puerta. Van a pillarme. Aunque haya cerrado por dentro, pueden abrir con el cerrojo de emergencia y descubrirme. Será la Madre Superiora, además, la que me vea en estas condiciones. No tengo excusa porque no me da tiempo a limpiar mi cuerpo y mi espíritu antes de que cruce el umbral.
Y así es. Está dentro, con su bata blanca, sus gafas de pasta y su bolígrafo en el bolsillo. Como siempre, intenta aparentar calma. Sabe que estoy condenada, que Él no me perdonará jamás. No sirve de nada que patalee, que esté gritando, que intente romper el cristal del espejo con la cabeza para que no lo vea. Ya me ha puesto la camisa, ha colocado el desayuno bajo mi lengua y me ha confesado con la mirada, aunque no sea el Padre Damián.

Candela Martín

Ejercicio: "Un líquido en el cuerpo". Hecho en clase, 40 minutos. Asignatura: Prácticas de Escritura.



Manuel duerme plácidamente en la cuna blanca, tan típica de los hospitales. Tengo el pecho dolorido, aunque menos hinchado que nada más dar a luz. No obstante, sigue siendo extraña la sensación de acumular leche en un lugar tan erótico. Recuerdo que mi marido, cuando quedé embarazada, fantaseaba con el hecho de beber de mis pezones de una manera sensual. Pero la primera vez que se escapó un gota, mientras hacíamos el amor, se asustó tanto que nunca más volvió a hablar del asunto.

Y es que mis pechos, con leche incluida, crecían más rápido que la tripa de premamá que tanto necesitaba para que me dejaran sentarme en el metro. Ese líquido blanco, tan natural como la vida misma y, sin embargo, tan ajeno a lo que yo ideaba sobre el embarazo, fluía de un modo punzante, doloroso, desagradable en mi interior, desde meses antes de que Manuel naciera.
Es cierto que podía imaginarme a mí misma dando de mamar al futuro bebé, pero jamás pensé (hasta que mi cuerpo me obligó) que tendría que convivir con ello no sólo después, sino antes de que se produjera el alumbramiento.

Y aquí estoy, después de alimentar por quinta vez al pequeño con mi propia leche y sin que ésta me deje respirar.
Mi marido me ha dicho, vulgarmente, que tengo una teta más gorda que la otra. Y, la verdad, me toco la derecha (la que, supuestamente, gana a la otra en dimensión) y noo que el líquido materno es más denso que en la izquierda.
Los médicos, al observarlo (evidentemente, con una mirada menos ordinaria y más científica), me han recomendado ofrecer el pezón derecho a Manuel hasta que la simetría vuelva a su lugar. Pero el niño, que es Tauro, está empeñado en el otro y llora si le doy ése.

Así, la leche crece por minutos, hasta que mi madre me traiga el 'sacaleches' que, al parecer, necesito. Es una pena que mi marido no siga con la misma idea de hace meses.

Candela Martín

Ejercicio: texto que sugira una madre/humo. Asignatra: Técnicas de la Inspiración



La niña siempre estaba triste. Su madre, cada día más delgada, aparecía en la habitación a oscuras, camuflándose entre las tinieblas de la noche con su tez grisácea y su cabello color ceniza. Nunca llegaba a besarla; antes de que su hija pudiera captar con nitidez su presencia, se marchaba tan rápido que parecía evaporarse. Sólo dejaba el perfumado rastro de su aroma, que se disipaba entre las lágrimas de la pequeña. En ocasiones sentía una tibia brisa que movía suavemente las sábanas y que, tras su paso, enfriaba la soledad del dormitorio infantil. Sus pasos de tacón, veloces y afilados, rompían el silencio, llenando los segundos que los seguían de un eco mágicamente nostálgico.
Con tan sólo cuatro años, no sabía lo que era llamar a alguien “Mamá”. Las visitas fugaces, sin cariño, los minutos a solas, no llenaban de dulzura su infancia. Y su madre lo sabía, pero seguía estando sin estar, huyendo sin huir, viviendo sin vivir.

Candela Martín

Ejercicio: un sueño mientras sucede, el despertar del personaje y vestirse a oscuras. Asignaura: Prácticas de Escritura




Joaquín, Arturo y Mola bailan reggaeton. La música retumba en mis oídos. Sale de los bafles de mi derecha, que vibran. Pum, pum, pum. “Papi, dame lo que quiero”. Y me muevo. “Papi, dame lo que quiero”. Un sorbo. Amargo en la lengua, pero me pone más pedo todavía. “¡Te quiero, tío!”, Mola me abraza. Saltamos. La música sigue sonando, alta, me ensordece, pero no paro de moverme. He bebido mucho. Me duele la cabeza. “¡No pares!”, Joaquín. Sólo veo sus ojos, rojos del humo del tabaco. Toso. Necesito salir. “Espera, que te están mirando las nenas”, Arturo. Un grupo de chicas rubias me observan. Voy pedo, bailo muy bien y me subo a la barra. “Papi, dame lo que quiero”. Se me cae la copa, pero no importa, porque… qué pedo. “¡Baila, baila, baila!”, gritan las rubias. Son todas iguales, las tres. Vestido rojo, un escote que te mueres. Qué pivas, troncos. Bailo y bailo, me muevo y me muevo, porque el whisky está dentro de mí. Nena, nadie como tú. Ella es una. Es morena. No tiene vestido rojo, lleva vaqueros y una camiseta blanca. No tiene las tetas grandes. Coño, qué miedo. Qué pedo voy. No me eches la bronca, amor, no he hecho nada, sólo me he subido a la barra a bailar. ¿Con quién te has liado? Con nadie, con nadie, cielo, te amo, sólo a ti. Ella ya está morreándose con otro. Hijo de la gran puta. ¡Hijo de puta! Pero no puedo darle una hostia ahora, está mi jefe mirando y el café de la máquina de la oficina arde. Sigo pedo, cojones, y son las 8 de la mañana ya. Don Mariano, ahora le entrego los documentos. Espere un momento. En el baño está ese cabrón. María ya no está con él, está esperándome en la cama del hotel, el hotel al que vamos cuando salimos de fiesta. Ya vuelvo, Don Mariano. Ahí está, en el baño de la discoteca. Hay humo y no veo, pero lanzo mi puño al aire. No le doy. Está detrás de mí. En el espejo, el reflejo de María. “Papi, dame lo que quiero”. “Te quiero, tío”. Me derraman una copa encima. Arturo, pega a ése, que se estaba pimplando a mi piva el cabronazo. Qué dolor de cabeza, joder. Me hierve el cuerpo. El café de la máquina. Don Mariano. ¡Joaquín!

Las piernas están dormidas. Los brazos me dan pinchazos, y la cabeza me estalla. Qué sensación… uf, puta resaca. ¿Dónde estoy? Tengo que encender la luz. La lámpara no está a la izquierda. ¡Coño! Un cuerpo a mi derecha. Mierda… seguro que he vuelto a este puñetero hotel, caro de cojones, con María. Hasta que tengamos pasta para comprarnos una casa… A ver, la luz. Tengo que atravesar el cuerpo. ¡Ay! ¿Y esta pechuga? Mari, estás comiendo bien, ¿eh, guapa? Vamos a ver… que ya llego, ya… estiro el brazo un poco más… ahí, interruptor.
- ¡Hostia!
No es María. Sólo veo una cabellera rubia y un par de melones del tamaño de Marte. Pero bueno… ay, mi cabeza. Voy a darle un golpecito, a ver qué pasa. Debo estar soñando todavía.
¡El cuerpo se mueve! Ay, madre, que esto es real. Que es una piva en bolas en mi cama. Pero… no es mi cama. ¿Dónde cojones estoy?
- En la calle Puentelarra, 5.- dice la tía de las tetas.
Joder, joder, joder… esta vez la he cagado, y bien. No recuerdo nada de anoche, pero la he debido liar parda. María me va a matar. Bueno, no me va a matar porque no se va a enterar. Por cierto, ¿qué hora es?
¡Me cago en…! ¡Las ocho y media! Mierda… ya sabía yo que no era buena idea salir un jueves. Cabrones, ¿dónde estáis? Me la habéis jugado… siempre diciendo que me controléis, que el alcohol me deja to loco, y nada… Hijos de puta. Me tengo que ir ya. Don Mariano va a matarme, hostia.
- Buenos días, mi vida.- continúa hablando el par de melones. ¿Mi vida? ¿Pero qué dice esta gilipollas? Me voy a levantar de la cama, a ver si se pispa de una vez de que no me acuerdo de por qué estoy con ella ni me importa.

Pero la ropa no está tirada apasionadamente por el suelo, como debería ocurrir tras una noche de lujuria. Tampoco colocada sobre la silla, ni sobre la mesa. La habitación me resulta familiar. No es la resaca… yo he estado aquí antes.
- Aquí tienes, amor mío.- vuelve a salir de la boca desconocida. Me doy la vuelta y allí está ella, con su pecho protuberante, sacando mi traje de la oficina perfectamente planchada, directamente del armario. Un armario sobre el que cuelgan algunos de mis diplomas: Certificate of Proficiency in English, Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, Nivel Avanzado en Vela y Piragüismo… pero, ¿es esto una broma?

Cuando me quiero dar cuenta, la rubia se ha vuelto a meter en la cama y ha apagado la luz. ¿Qué es esto? No quiero volver a encenderla, no sea que lo que he visto y oído sea real… ¿Dónde está María?

Los pantalones, la camisa y la chaqueta, suaves y perfumados, sobre mis manos. Ella los ha dejado ahí antes de dormirse de nuevo. ¿Cuánto tiempo ha pasado? No lo sé. Coño, el reloj. Las ocho cincuenta y tres. Es la peor resaca de mi vida, desde luego.
A oscuras, coloco suavemente la chaqueta y la camisa sobre la cama, acaparando sólo los pantalones. Desabrocho el botón (¿desde cuándo María abrocha los botones después de planchar? Si es que alguna vez planchó…), me agacho y meto una pierna, muy despacio, procurando no perder el equilibrio. La otra, y los subo. Cierro la bragueta. Me aprietan un poco. Debo tener el estómago lleno de líquido aún. Tanteo el borde de la cama, donde dejé el resto de la ropa, y repito la misma operación. De nuevo, los botones de la camisa, cuidadosamente abrochados. La chaqueta, con un aterciopelado tacto… da gusto sentirla. No recuerdo haberla llevado al tinte.

Como si conociera el lugar donde estaba (¿lo conozco?), camino por el pasillo, desemboco en el salón y cojo mi cartera, situada en el mueble de la entrada junto a otra de color blanco. No puedo evitarlo. Abro la ajena, delicadamente, e inspecciono lo que guarda su interior. Debe ser un mal sueño. En el DNI (lo único que me interesa conocer), la foto de la rubia tetuda. De nombre, Sandra Jiménez López. No es morena. No es María. Pero es ella.
Unos pasos.
- Cariño, quedamos para comer. He hablado con éstos. Creo que hay algo que tienes que contarme.

Candela Martín

Ejercicio: hostilidad/rutina. Asignatura: Técnicas de la inspiración

Para la asignatura de Técnicas de la Inspiración, la profesora nos dio una serie de acciones neutras para que, con ellas, creáramos dos escenas: en una debíamos dar sensación de hostilidad, en otra, de rutina. Aquí está el resultado.


- Escena: hostilidad

Eran las seis cuando Roberto llegó a casa. La primavera, que ese año se antojaba lluviosa, empezaba a alargar los días y daba la sensación de que nunca llegaría la noche, el mejor momento para descansar.
Y es que el hombre, jubilado desde hacía cinco años, en pocas ocasiones tenía la oportunidad de ausentarse de los acaparadores brazos de su esposa, quien le quería siempre donde ella estuviera.
Pero aquel día sería distinto. Roberto no iba a permitir que Rosa le cortara más las alas. Había encontrado a una hermosa joven en el prostíbulo (donde iba cuando, tras una larga regañina, convencía a su mujer de que estaría jugando a las cartas con un amigo con quien, previamente, se había compinchado) y se iba a marchar con ella, aunque tuviera que cruzar la línea de la legalidad.

Ya era extraño que Rosa no estuviera en el porche, esperando con una mueca histérica. Su marido se asomó por la ventana y descubrió que se hallaba inmersa en las tareas de la limpieza. No había nada que le gustara más a la celosa mujer: con una fregona y un cubo, podía olvidarse por un rato del hombre y ser, durante unos minutos, feliz. Desde que, hacía 30 años, Roberto le fuera infiel con una amiga común, había decidido hacerle la vida imposible. Seguiría con él, hasta la muerte si fuera necesario, pero encargándose de que nunca más volviera a sonreír.

El marido no quiso interrumpir el minuto de gloria de su esposa y se quedó mirando la lluvia durante unos segundos, meditando, al resguardo del lujoso porche. De pronto, se le ocurrió mirarse las manos: enternecidas tras el tacto de la joven prostituta, confesaban el rastro de su infidelidad de un modo demasiado claro; demasiado dulce para lo que tenía en mente hacer un poco más tarde. Debía tenerlas limpias antes de que ella las tocara o su plan no podría ser realizado. Aprovechó el chorro de agua que caía del canalón para lavárselas, rudamente, como el hombre frío en el que debía convertirse. Las huellas de pasión desaparecieron por completo cuando se secó las manos con un pañuelo bordado por Rosa que siempre llevaba en el bolsillo. Todo estaba en orden, pero no podía evitar sentirse algo nervioso y se sentó en el banco de madera del porche para relajarse.

De pronto, unos golpes en el cristal de la ventana. “¡Roberto, Roberto!” se traducía en los labios insonoros de la mujer.
Era el momento. Roberto tomó el pañuelo, medido y estudiado previamente, el cual, satisfactoriamente, cumplía la función para la que lo necesitaba: que, al menos, fuera tan ancho como el delicado cuello de Rosa y tan fuerte como para soportar la tensión se sus manos.
Entró a la casa, a la que nunca más volvería.


Candela Martín

- Escena: rutina


Eran las seis cuando Roberto llegó a casa, como cada día, de la oficina en la que trabajaba como funcionario. La lluvia en Ourense empañaba cada jornada su camino, en el que nunca se entretenía salvo en casos excepcionales.
Él sabía que a su esposa le gustaba comenzar a hacer las tareas de la casa una hora antes de su llegada. Por ello, no le sorprendió verla, todavía fregona en mano, cuando se asomó por el cristal de la ventana.
Esperó a que terminara en el porche, contemplando la lluvia, que nunca remitía. Unos minutos después se acarició las manos, resecas de manejar durante horas hojas y hojas papel, y decidió refrescárselas en el chorro de agua que caía del canalón. Le gustaba hacerlo cada día. El posterior abrazo a su mujer sería fresco, suave, ajeno al estrés que producían ocho horas de trabajo burocrático.
Una vez secadas las manos, solía sentarse en un banco de madera del porche, hecho por él mismo hacía unos años y que, sorprendentemente, no se estropeaba por la humedad. “Una buena madera, sin duda”, pensó Roberto, como cada tarde.

Unos golpes en el cristal de la ventana servían de señal para que el marido se diera cuenta de que su esposa había terminado sus labores. Tras escucharlos, Roberto se levantó de su asiento y entró, recordándose a sí mismo que tenía que arreglar el pomo de la puerta, que estaba un poco suelto.

Candela Martín

martes, 17 de noviembre de 2009

'Cuando cierre los ojos'. Asignatura: Prácticas de Escritura. Ejercicio en clase: un sueño mientras sucede (1 hora)



Sólo tiene que cruzar la calle. No importa si él ha decidido hacer los votos. Ni siquiera es relevante que ya viva en el convento.
- No lo hagas, Aurora.- dice Sonsoles.
Pero ella está muy segura de sí misma. Todos los muchachos del barrio admiran sus curvas adolescentes y lo sabe. Antonio no va a ser diferente.
Sale corriendo.


“Me duele la cabeza. ¿Por qué está tan oscuro? El corazón me late muy deprisa; demasiado para estar tumbada. ¿Qué hora es? Las 3.00 AM. Qué lujo, estos relojes tan modernos. De noche y poderlos ver. ¡Ay! Mi cabeza.”


Sonsoles no puede hacer nada. Su amiga ya está tirada en la carretera, con la cabeza envuelta en ese líquido rojo oscuro que se ve en los frascos de los hospitales. Pero, ¿dónde está el coche?
- ¡Ayuda!

“Con este sudor en la frente no puedo dormir. Debería encender el aire acondicionado. ¡Ay!, ¿por qué no puedo levantarme? No entiendo nada, ¿qué son estas cintas que cubren mi cuerpo? No me lo puedo creer…”

- Hija, háblame, por favor.- la madre de Aurora, entre sollozos, acompaña al enfermero en la ambulancia.
- Ya llegamos.- afirma el conductor.
Por error, se vierte la botella de suero fisiológico sobre el cuerpo de la joven.

“Ya es tarde para ir al baño. No sé quién habrá hecho esto, pero lo va a pagar. ¡Pañales! ¿Qué se creen que soy? ¿Un bebé? Intolerable.”

Los médicos arrastran la camilla como chiquillos con un monopatín. La madre pretende seguirles, pero alguna voz autoritaria se lo prohíbe. Se cierran las puertas del ascensor, con su hija dentro.

“Todo da vueltas. Necesito mi medicina para el mareo; ¡la necesito ya! Creo que voy a vomitar. No, de eso nada. Aguanta, Aurora, aguanta. Ya te enterarás de quién te ha encerrado aquí. ¿Por qué parece que estoy en una noria? Duerme y se pasará.”

- Necesito saber qué le van a hacer. Es sólo una cría y nunca ha estado en un hospital; estará asustada. Por favor, dígame dónde se la llevan.- suplica la mujer, angustiada, al responsable de la recepción del centro.
- Acompáñeme.- oye decir a uno de los doctores, quien la toma del brazo. – Su hija ha sufrido un fuerte impacto cráneo-encefálico.- afirma.
La camilla entra en quirófano, con Aurora desnuda sobre el helado material transparente.

“Bueno, lo que faltaba: ahora hacer frío. Calor, frío, calor, frío… ¡calor, frío, calor…! Mis hijos no pueden haberme metido aquí. No ellos. ¿O él?”

- Cariño, reina de mi alma, qué alegría.- exclama la madre.
Aurora tiene la cabeza vendada, con sólo una ranura para poder ver a la altura de los ojos. Su cuerpo, cubierto por una fina sábana blanca.
- Mi niña, mi ángel.- continúa la mujer. - ¿Dime, qué recuerdas?

“Me pesan las pestañas, pero lo estoy viendo. Es él, no hay duda. Mi Antonio ha venido a rescatarme. Será él quien me explique el por qué de todo esto, quien me tome de la mano y quien, más tarde, me pica matrimonio. ‘Esto de ser cura no me convence’, dirá el pillo. Y seremos felices, por siempre jamás, como en las películas de amor.”

Al salir de misa, Rodrigo volvió a casa. Todo sería como siempre: su madre le confundiría con un tal Antonio, se negaría a desayunar y no se acordaría de nada. Así es el alzheimer. Con suerte, la pobre marchará pronto con El Señor. Con suerte…
No se quitó la sotana, por dar una alegría a la anciana, y acarició su blanca cabellera, con ánimo de despertarla: iban a dar las 12.
- Buenos días, Madre.- pronunció el hombre, como cada mañana. – Dime, ¿hoy has soñado?
Una afirmación asentida por esa barbilla arrugada le dio la respuesta.
- Y, dime.- continuó.- ¿Qué recuerdas?
Pero la jeringuilla (la de hoy, al fin, sí) ya había cerrado sus ojos.

Candela Martín

jueves, 12 de noviembre de 2009

Despertar al personaje. Asignatura: Prácticas de Escritura


Sed. Déjame salir de clase. Beber agua. La botella. Esa botella no tiene agua, tiene sal. Pruebo. ¡Es sal!
Candela, Candela, Candela. Atiende, Candela. No puedo concentrarme con sed. Toma este vaso. Bebo el agua. No calma mi ansia. Beber más. No puedes salir de clase, mira la pizarra. Tiza blanca sobre fondo negro. Agua, agua, agua, agua, agua… Profesor con traje negro y bigote blanco. Me mira con ojos de águila. Atiende, Candela. No puedo, tengo sed, Papá.

Ya no tiene bigote, pero lleva en el bolsillo una botella de plástico llena de líquido. Estamos en casa. Déjame ir al baño, Papá. ¡Coge la botella, cógela! Corre alrededor de la mesa y yo detrás. Me canso y cada vez tengo más sed. Soy pequeña. Intento llegar. Cógela, Candela, sólo tienes que saltar un poco. Está muy alto.
Corro por el pasillo y me escurro. Caigo al suelo. Todo lleno de agua. Quiero lamer el parquet. No puedo sacar la lengua. Papá, dame la botella. Papá ya no está. ¡Papá! El baño está muy cerca y gotea el grifo. Agua. Lejos.

Soy mayor. Las sábanas no me dejan moverme. Pesan sobre mi cuerpo. Tengo sed, pero no puedo levantarme. Hija, sólo era una pesadilla. Ten.
Bebo agua. Qué bien sabe. Por fin puedo dormir tranquila.



Candela Martín

Un sueño. Asignatura: Prácticas de Escritura


No tengo sueño, no quiero dormir… no quiero dormir, déjame ver la tele un rato más… Aquí, en el sofá… luego hago los deberes. Y recojo mi cuarto. Pero déjame ver los dibujos… jo, un rato… no tengo sue…


Mamá. ¡Hija! No me grites. La habitación está desordenada, ahora la recojo. ¡Claudia! Que no me grites más, ahora lo hago.
Hace un segundo estaba en el sofá y ahora estoy mirando todo desde el techo… mola.
No sé por qué ya está todo en su sitio. ¡No, no he sido yo! Ha sido el señor de la garrota. Él lo ha ordenado. ¿Ves, Claudia? Tú no tenías que hacerlo solita, yo te ayudo.
Miedo. Un rostro familiar tras las arrugas del viejo hombre. ¿Quién eres?
Ya no está. Mamá, ¿quién era ese señor? ¡Mamá! ¿Dónde estás? ¡Mamá, dime algo! ¡MAMÁ!
El señor de la garrota está en el parque. Yo estoy trepando por la palmera que había en la casa de la playa. No me ve, ¿no? Está mirando una foto. ¡Soy yo!
Me acerco patinando. Los patines de hielo, pero hay tierra. ¡Ay, mi rodilla! ¿Claudia, estás bien? Siempre voy a estar aquí, ayudándote. Pero ahora tienes que recoger tu cuarto. ¡Pero si mi cuarto está ordenado, Abuelo!
Las piezas de Lego están por todas partes. Sola no, no puedo, son muchas. ¡Abuelo! Claudia, estoy aquí. Tú no. Mamá. Abuelo.
Claudia, ¿y las piezas? Ya están recogidas. Las he puesto en el parque, mira.
Abuelo, ¿tú no estabas en el cielo? El Abuelo se ríe. Se ríe muy raro, como una chica. Abuelo, ¿eres una chica? No, eres una señora, una señora. Mamá. ¡Mamá!

Claudia, la que está en el cielo es Mamá. Ya no tiene arrugas, ni garrota. Se pinta los labios de rojo.

¡Mamá! ¡Mamá, el Abuelo es un mentiroso! Ahora recojo. Aunque ya no hay piezas, sólo tierra en el parque.
No te veo.


Candela Martín

‘Por favor, recuerda’. Asignatura: Lenguaje Publicitario


Arnold no lograba recordarlo.
- Vamos, Papá, sólo quiero me digas lo que has comido hoy. No puede ser tan difícil; incluso tienes una mancha de salsa en la camisa. Inténtalo, por favor.
Pero los esfuerzos de Frederick se gastaban en vano. Su padre tenía, según decían los médicos, un avanzado estado de alzheimer. Cualquier intento por que volviera a ser el de antes era rechazado por esos labios herméticos, duros, que tantas historias habían relatado, que tanta vida habían saboreado.

Mientras las palabras de su hijo se desvanecían antes de que su mente llegara a asimilarlas, Arnold no quería acordarse de que aquel plato precocinado era la respuesta perfecta para que le dejaran en paz. No sólo ése hombre que le llamaba Papá, sino todos.
Y es que el viejo, consciente de su enfermedad, a menudo era capaz de escoger qué recuerdos quedaban en su mente. Así, un plato medio descongelado, insípido y correoso no era digno de formar parte de su memoria limitada.

- Por favor, recuerda.- Insistía Frederick. Pero Arnold ya estaba volando, muy lejos, traspasando las blancas paredes de la habitación que, aunque ahora pareciera un frío hospital, un día fue su guarida.
Fue entonces cuando se vio a sí mismo, a la edad de seis años, en esa calle cuyo nombre ni pretendió evocar. Pero sus ojos no eran los de aquel niño rubio, de tez blanca y mirada curiosa; se encontró desde el punto de vista de su propia madurez, unos años atrás, mucho antes de que el alzheimer cegara su pasado. Vestía ese traje negro que tanto le gustaba y que su mujer detestaba. “No vas a la moda, Arnold”-decía ella, cada vez que su terco marido se empeñaba en no renovar vestuario.
Lo mismo le ocurría cuando niño, recordó; esas medias negras, tan parecidas a las que solían utilizar los futbolistas y que su madre odiaba. “Ya no se llevan, Arnold”- protestaba la mujer en un perfecto alemán. Pero el pequeño se las ponía una y otra vez, a sabiendas que luego vendría la regañina. Y eran precisamente esos descoloridos calcetines altos los que vestía el día que tuvo que hacerse mayor. Aún creía en Santa Claus cuando ocurrió.

El viejo Arnold nunca había visto tan nítido, tan puro, ese momento que cambió su vida y que le obligó a mirar siempre hacia delante, sin plantearse el por qué de lo ocurrido.

Aquella mañana había desayunado
Brötchen con mantequilla y queso de cabra. Era domingo y, tras la misa de doce, su madre le había permitido ir a jugar a la zona de las viejas fábricas (entonces no había parques como los de ahora, recordaba Arnold) con su hermano, el pequeño Ernest, y su amigo Derek, un año mayor que él. El día de juegos prometía ser como cualquier otro. Un ‘píllame’ por aquí, un ‘escondite’ por allá… pero algo impidió que así fuera.
Los tres niños escucharon unos pasos. “Estupendo, más gente para jugar”, se dijeron. Pero no era un sonido normal; las pisadas se fueron acelerando, el ruido era cada vez más fuerte y se empezaron a oír gritos. Y no precisamente de alegría.

Fue el primer disparo el que alertó a los pequeños. Derek quería escaparse, pero Arnold, el más valiente de los tres, insistió en que debían quedarse: iban a ser unos heroicos soldados alemanes, por lo que no se admitía la cobardía ni el miedo.
La primera en aparecer fue una mujer joven con un bebé en los brazos. La vieron desde lejos, corriendo desesperadamente hacia donde ellos estaban; aún quedaba mucha calle por delante. Tras ella, unos cincuenta judíos, medio desnudos, repletos de sangre y con el rostro desencajado en busca de una salida. Pocos metros detrás, apenas cuatro militares, escopetas en mano, disparando sin piedad hacia el frente. El pequeño Arnold no se dio cuenta en ese momento, pero sí el viejo, que contemplaba la escena como si en verdad estuviera allí de nuevo: uno de ellos, el más joven, reía a carcajadas mientras empuñaba su arma. Era una risotada macabra, llena de horror y odio, cuyo eco inundó la calle de dolor.

- ¡Apartaos, niños!- gritó uno de los asesinos. Al ver que iban a aplastarlos, Derek cogió a sus dos amigos de la mano, tirando fuertemente para ir hacia la acera. Arnold quería resistirse, pero la fuerza de su compañero pudo con su valentía.
Desde el costado pudieron ver cómo la mujer que cargaba con su hijo tropezaba y caía. El niño quedó bajo su cuerpo, sufriendo un brutal golpe en la cabeza que sonó como un chasqueo de castañuelas. El resto de judíos siguió corriendo, sin percatarse de la presencia de la joven en el suelo y aplastándola a su paso.
Arnold no lo pudo soportar. Se soltó de la mano de Darek y, justo antes de que los soldados la alcanzaran, se acercó a socorrer a la judía. Logró ponerla boca arriba, descubriendo que el bebé ya estaba muerto entre sus pechos.

El viejo recordó los ojos de aquella desconocida. Rojos, inundados en llanto y recubiertos de sangre, pedían clemencia a un niño de seis años, su última esperanza. Arnold siempre se quedará sin saber lo que esa boca, que se estaba abriendo, iba a pronunciar antes de recibir una bala en la frente. El pánico recubrió el cuerpo del pequeño, que no pudo reaccionar hasta que uno de los militares le dio un puñetazo en la cara.
- ¿Se puede saber qué haces?- gritó el protagonista de aquella risa maléfica que se había escuchado apenas unos segundos antes. –Más te vale darme una explicación razonable si no quieres que te vuele los sesos.
En ese preciso momento, justo en ese instante, fue cuando Arnold perdió para siempre su orgullo, su valentía y sus principios. Con menos de metro y medio de altura y toda la vida por disfrutar, se convirtió en la persona que nunca quiso ser: un auténtico cobarde, una mente vacía de espíritu y una barbilla que asiente al que se proclamara más fuerte.
- Sólo estaba comprobando si había muerto, señor.- dijo sin titubear. – Estos judíos no merecen vivir.
Miró fijamente al solado, se puso en pie y sostuvo su mano derecha hacia el frente, poco antes de exclamar: “¡Heil Hitler!”.
El hombre, sonriendo, le acarició la rubia cabellera antes de pisar la cara de la mujer asesinada y exclamar: “Muy bien, chico, así me gusta. Eres un gran ario.”

Y así, sin más, se marchó corriendo con su escopeta, disparando sin mirar hacia dónde lo hacía, y riendo locamente.
Aquel niño de seis años dejó atrás la infancia para siempre.
- Venga, Papá, haz un esfuerzo.- insistía Frederick. Arnold pudo ver en la mano de su hijo la jeringuilla que cargaba aquella medicina que, cada día, le dormía de un modo que, al despertar, hacía que su memoria fuera cada vez menor. Nadie lo sabía, pero así era. Una muerte lenta, muy lenta, de la que cada vez se daba menos cuenta. Tuvo miedo. Mucho miedo. Como aquella mañana de 1941 que nunca volvería a recordar.
- Lasaña, hijo.- Contestó.




Candela Martín

miércoles, 20 de mayo de 2009

Entrevista a Juan García

(link: Entrevista a Juan García
Miércoles, 20 de mayo de 2009. Actualizado a las 18:04 (CET)
MÚSICA
Juan García
'Mi disco es un canto a la vida'
El artista ovetense presenta el 21 de mayo 'Lo que puedo prometer', su debut en el mundo de la música
JUAN GARCÍA | El disco 'Lo que puedo prometer' ya está a la venta | Dónde: Sala Polana (Barbieri, 10) | Cuándo: 21 de mayo a las 21.30 horas

CANDELA MARTÍN

Un nombre de lo más corriente para un cantante de notable sensibilidad y clara vocación por la música. Juan García, nacido en Oviedo en 1980, presenta 'Lo que puedo prometer', su debut discográfico. Once canciones compuestas por él mismo y repletas de historias en las que han colaborado importantes músicos tanto a las cuerdas como a la voz.

[foto de la noticia]


P.- ¿Qué podemos encontrar en 'Lo que puedo prometer'?

R.- Es un disco producido por Juanjo Ramos y Jesús Redondo, de Los Secretos, en el que colaboran David Summers y Álvaro Urquijo, entre otros. Es, sobre todo, un canto a la vida, a las cosas que me pasan y al amor y desamor. Creo que es muy cercano porque todo el mundo puede sentirse identificado con algún tema en cualquier momento. Hay gente que me dice: "¡Pero qué vida más 'perra' llevas!", pero no es así, ni todas mis canciones son autobiográficas ni mi vida es tan triste.

P.- Siendo ingeniero de caminos, ¿por qué ha decidido dedicarse a la música?

R.- Creo que estoy desarrollando trastorno bipolar. El otro día, estaba en una reunión de trabajo y tuve que salirme para ir a firmar unas cosas a la discográfica. Sigo con el trabajo de ingeniero... me estoy acostumbrando a no dormir.

P.- Antes o después tendrá que tomar una decisión...

R.- La elección está tomada.

P.- ¿Cómo comenzó su carrera musical?

R.- Empecé con 17 años de una forma atípica. Iba escribiendo canciones a la vez que aprendía a tocar la guitarra, pero sin pretensiones. Tengo que reconocer que desde pequeñito siempre había tenido la ilusión de grabar un disco y de cantar para otra gente, pero yo creía que era un sueño de niño. Mi primer concierto fue hace tres años, no más, y surgió impulsado por unos amigos. Fue en ese mismo concierto cuando apareció Juanjo Ramos y me propuso hacer un disco. Se sumó después al proyecto Jesús Redondo y así comienza una reacción en cadena, otros músicos se van enterando y añadiendo al proyecto. Estoy súper contento de contar con gente tan buena para mi disco y, sobre todo, que me acompañen en los directos. Queda mal que yo lo diga, pero hay algunos que han dejado de ir a sitios para acompañarme a mí en un viaje, y eso es una pasada para mí.

P.- ¿Cómo definiría su estilo?

Muchas veces me han preguntado si me considero cantautor. Con todo mi respeto, me gustaría alejarme de ese género musical. Según lo que entendemos en España como cantautor, al menos. Yo llevo un concepto más de grupo, más de banda, con un sonido más próximo al rock.

P.- ¿Cómo surgió la relación con David Summers y Álvaro Urquijo?

R.- También por una cadena. Conocí primero a Álvaro a través de Juanjo, y pronto surgió un gran aprecio mutuo. Las cosas surgieron de forma muy natural. Es un valor que se preocupe por los que estamos empezando en esto. David también es una gran persona y un 'artistazo', uno de los compositores que yo más admiro en España y un tío muy generoso. La relación con los dos, como con todos, es buenísima.

P.- ¿Qué más colaboradores le acompañan?

R.- Pues están Toni Jurado (que ha tocado con Antonio Vega), Javier Catalá (ha acompañado a Miguel Bosé), Ricardo Marín (a Manolo García o Rosario), Pau Álvarez (que ha estado con Amaral o Sheila Dúrcal) y Toni Brunet (con Marta Sánchez). Es una banda estupenda y me siento muy agradecido. Es un orgullo contar con artistas de tanto prestigio en mi primer disco.

P.- ¿Cuáles son sus influencias musicales?

R.- Por supuesto, Los Secretos y Antonio Vega. A nivel internacional me gustan Lenny Kravitz, Guns and Roses, Morrisey... Me gustan muchos grupos de distintos estilos y eso es lo que, quiera o no, transmito con mi música.

P.- En su web hace una referencia a Antonio Vega. ¿Era admirador suyo?

R.- Lo único que puedo decir es que, con él, a nivel musical ya está todo dicho. Deja un vacío que va a ser muy difícil llenar, si es que consigue llenarse. Es la típica persona que admiraba desde pequeño y que cuando conocí, lejos de decepcionarme, me di cuenta de que era más grande de lo que me parecía.

P.- ¿Se han quedado canciones en el tintero que podría sacar en otro trabajo más adelante?

R.- Sí; de hecho, nos ha costado mucho hacer la selección para éste. Una de las canciones, 'Lo que puedo prometer' (que da nombre al disco), en un principio no iba a estar dentro, pero finalmente se eligió. Hicimos una versión acústica, pero luego me puse 'cabezón' y pensé que tenía que ser una de las canciones principales, así que la grabamos como debíamos. Como yo me esperaba, es una de las q tiene muchas opciones de ser single. Aunque, de momento, el single va a ser 'Como la Luna al Sol', el tema que canto con David Summers.

P.- ¿Qué veremos en el concierto del 21 de mayo?

R.- Va a ser la presentación del disco. Cantaremos las canciones de 'Lo que puedo prometer' y estaré acompañado de muchas de las personas que han colaborado en la grabación. Además, dejaremos reservadas algunas sorpresas para que la gente lo disfrute.

jueves, 14 de mayo de 2009

Entrevista a Georgina

link: Georgina

Miércoles, 13 de mayo de 2009. Actualizado a las 19:57 (CET)
MÚSICA
Entrevista
Georgina: 'Mi música se percibe según el humor que se tenga al despertarse por la mañana'
La artista venezolana transmite optimismo, buen rollo y energía positiva en su primer EP como solista
GEORGINA | El EP 'Casi' ya está a la venta | Cuándo y dónde: 16 de mayo a las 21.30 horas en El Búho Real (Regueros, 5); 17 de mayo a las 12.00 horas en la Facultad de Psicología de la UNED (Bravo Murillo, 38); 23 de mayo a las 22.00 horas en Kingston Club (Santiago 8. Alcalá de Henares); el 26 de mayo, con Dinero, a las 21.00 horas en La Boite (Tetuan, 27); el 25 de junio a las 21.00 horas en el Palacio de Vistalegre (Utebo, 1) y el 27 de junio a las 22.00 horas en Costello (Caballero de Gracia, 10)

CANDELA MARTÍN

De los 27 años que contó en su último cumpleaños, 13 están impregnados por la música. Dos discos editados en Latinoamérica y España junto a una amiga con la que formaba el dúo Tisubí & Georgina avalan la experiencia de esta venezolana que decidió establecerse en Madrid para comenzar un nuevo camino en solitario. 'Casi' es el nombre que Georgina ha dado a su primer EP como solista, que adelanta con cinco canciones lo que en septiembre se convertirá en 'Ensayo y error', su próximo trabajo.

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Pregunta.- ¿Qué le llevó a separarse de Tisubí & Georgina y establecerse en solitario?

Respuesta.- Llevábamos juntas desde niñas y viajamos por varias ciudades con nuestra música. Cuando llegamos a Madrid, nuestra discográfica desapareció y nos quedamos en 'stand by', sin saber qué hacer. Mientras que yo quería quedarme, mi amiga prefería regresar a Puerto Rico, por lo que tuvimos que separarnos a la fuerza. Pero seguimos manteniendo muy buen rollo.

P.- ¿Qué diferencias podemos encontrar entre la música que hace ahora y la de antes?

R.- Cuando componíamos las canciones juntas yo era mucho más 'chiquita' en todos los niveles: estaba empezando, aprendiendo y creciendo a la vez. Además, era todo al 50%: la mitad lo aportaba yo y la otra mitad, ella. Ahora, sola, puedo hacer y deshacer, meter la pata por mí misma y decantarme por los géneros que a mí me llamen más. Como soy más mayor y tengo más experiencia en la vida, las letras son más ricas también. Aún así, cuando dejamos el dúo hicimos una 'separación de bienes' y cada una nos quedamos con algunos temas que habíamos compuesto las dos. Es más, aunque yo esté acá y ella allá, seguimos en contacto y componemos juntas a distancia muchas cosas.

P.- ¿Por qué decide impulsar su nuevo proyecto desde Madrid?

R.- La calle, la gente, los sitios para tocar... Madrid tiene un ambiente musical único. He estado en ciudades como Puerto Rico y Miami y, definitivamente, no es lo mismo. Aquí hay mucho más para los que estamos empezando: puedes agarrar tu guitarra e ir en metro de un concierto a otro sin problemas. Es un rollo muy 'de tú a tú', con humildad y sencillez.

P.- ¿Qué pretende transmitir con las canciones de 'Casi'?

R.- Sobre todo, buen rollo, positivismo y optimismo ante la vida. Tengo una amiga que estudió psicología y siempre me dice que le gusta mi visión de los temas, aunque sean tristes como el desamor, porque siempre los trato desde una perspectiva muy optimista.

La venezolana, acompañada de su banda. (Foto de su MySpace).
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La venezolana, acompañada de su banda. (Foto de su MySpace).

P.-¿Por qué se titula así el EP?

R.- El disco completo se va a llamar 'Ensayo y error'. Yo pensaba sacarlo directamente, pero una tarde me llamaron de la discográfica y me dijeron que sería interesante sacar un pequeño EP antes. Yo pensé que entonces era un 'casi' disco, y así se quedó. De hecho, el tour que vamos a hacer por varias ciudades españolas próximamente (Granada, Vigo...) se va a llamar 'Casitour'.

P.- ¿Cómo definiría su estilo musical?

R.- Es difícil encasillarse, pero creo que suena más bien como pop-rock. De todas formas, es una música que se percibe dependiendo del humor que se tenga al levantarse por la mañana.

P.- El EP trae una sorpresa que no aparece en su exterior... ¿Por qué ha decidido versionar 'Lithium', de Nirvana?

R.- Es un tributo a mi época 'noventera', cuando era niña y me nutría de la música de Nirvana para aprender a tocar la guitarra. Me pareció una buena idea versionar un tema que para mí tiene un bonito significado. La verdad es que lo grabamos de 'hoy para mañana', en acústico, porque urgía sacar el EP pronto y tuve que tomar la decisión rápido. Además, no quise ponerlo en el exterior del EP porque es como una pequeña sorpresa, algo original que no tiene que ver con el resto de canciones.

P.- ¿Qué más referencias musicales ha tomado para el EP?

R.- Muchísimas... desde Fito & Fitipaldis hasta Blur o grupos ingleses 'indies', pasando por una clara influencia americana con Alanis Morissette, Aerosmith... todo lo que tiene un estilo más o menos parecido al de Nirvana. Por otro lado, la influencia latina siempre ha estado ahí y se nota que hay cosas un poco 'telenoveleras'.

P.- ¿Cuáles son sus futuros proyectos?

R.- De momento basta con sacar bien el disco y promocionarlo, pero es cierto que tengo canciones compuestas que no pude añadir y que me gustaría publicar más adelante. Además, en los descansos tras las promociones, siempre salen temas que inspiran para nuevas canciones.

A D E M Á S ...
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lunes, 11 de mayo de 2009

Cursos de verano

(link: Cursos de verano)

Lunes, 11 de mayo de 2009. Actualizado a las 12:37 (CET)
ESPECIALES
Aprender en verano
En la temporada estival hay una gran variedad de cursos y talleres donde saber más sobre nuevas temáticas. El plazo de inscripción está abierto en casi todos los casos
CANDELA MARTÍN

Se acerca la temporada de helados, piscinas y vacaciones, pero también de cursos y actividades muy interesantes para completar nuestra formación o para, simplemente, aprender un poco más sobre nuestros 'hobbys'.

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Círculo de Bellas Artes

La Escuela de las Artes, un proyecto del Círculo de Bellas Artes y la Universidad Carlos III de Madrid, propone actividades de formación en arte y humanidades a través de dos tipos de programas de verano compatibles en horarios: cursos de 20 y 40 horas y talleres de experimentación artística de 20 y 30 horas. Durante el tiempo que se esté matriculado (los cursos se dan entre junio y julio), se podrá acceder a las instalaciones del CBA libremente. La temática va desde la narrativa hasta el 'collage', con una gran variedad de temas artísticos para elegir. Más información.

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Universidad de Alcalá

La fundación de esta universidad propone 70 cursos que se impartirán en seis sedes distintas. Aunque la mayoría de los cursos tendrán lugar durante el mes de julio, también se han programado seminarios para los meses de junio, agosto y septiembre. Las materias abarcan temas como educación, informática, medicina, literatura, derecho, artes plásticas, comunicación, historia, marketing y empresa, arquitectura, idiomas o deportes. El precio va de 50 a 600 euros, en función del curso elegido y de las horas impartidas. Más información.

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La Casa Encendida

De mayo a agosto, La Casa Encendida ofrece una gran variedad de cursos y talleres en los que la inscripción puede ser por reserva directa (por orden de llegada y plaza) y con selección previa (donde se requiere una documentación especial). Están promovidos por las áreas de cultura, educación, solidaridad y medioambiente de La Casa, por lo que hay temáticas para todos los gustos. Gran parte de los cursos o talleres son gratuitos, pero algunos requieren una aportación de 10 a 30 euros, según los casos. Más información.

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Complutense en El Escorial

Del 6 de julio al 7 de agosto se celebran en San Lorenzo de El Escorial los Cursos de Verano de la Universidad Complutense, que este año analizan los principales problemas del siglo XXI. Las temáticas serán las siguientes: ciencia, comunicación, humanidades, instituciones y política, ciencias de la salud y ciencias sociales. Más información.

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Universidad Autónoma

Los cursos de verano de esta universidad se celebran en julio y septiembre en sus distintas sedes. Todos ellos ofrecen, además de la matrícula ordinaria, la posibilidad de obtener alojamiento. Están destinados tanto a universitarios como a profesionales que quieran mejorar sus conocimientos en materias como discapacidad, música y hasta adopción internacional, entre otras. Más información.

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Universidad Politécnica

Esta universidad celebra este año su 5º edición de Cursos de Verano, que se impartirán en la Granja de San Ildefonso entre el 6 y el 23 de julio. En ellos, se podrá aprender, entre otras cosas, el estudio del espacio, la cultura de la moda o la investigación en el deporte. Hay dos tipos, unos de 4 días con un total de 24 horas lectivas y otros de 2 días con un total de 12 horas lectivas. El horario para todos los cursos será de 10 a 14.30 h con media hora de descanso por la mañana y 16.30 a 18.30 h por la tarde. Más información.

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Centro de Idiomas Modernos

El Centro Superior de Idiomas Modernos es un organismo dependiente de la UCM organiza cursos de idiomas para personas mayores de 18 años. Además de aprender inglés, francés o alemán, ¿por qué no atreverse con el japonés, el chino o la lengua de signos? Todos se celebran del 6 al 24 de julio y constan de 60 horas lectivas. Se celebran de lunes a viernes, de 9.30 a 14.00 horas o de 16.00 a 20.30 horas. Más información.

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Universidad Rey Juan Carlos

La Fundación de la Universidad Rey Juan Carlos organiza este año la X edición de sus Cursos de Verano del 29 de junio al 24 de julio en el Real Sitio de Aranjuez. La programación se centra en el ámbito de las áreas jurídica, económica, social, científica, tecnológica, comunicación y humanidades. Además, se realizarán talleres de fotografía, guitarra y baile flamenco. Más información.


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