sábado, 10 de abril de 2010

Ejercicio: Efectos. Asignatura: Técnicas de la Inspiración.

Para este ejercicio, la profesora nos mandó crear un texto que buscara uno de estos cuatro efectos:

- Cristalino
- Mullido
- Sibilante
- Atronador

Con la condición de que el texto no sólo hable de, sino que sea (cristalino, mullido, sibilante o atronador.
El ejercicio que he hecho (no digo el efecto, a ver si se adivina, que es la intención) es el siguiente:


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Sola, reflejada en el agua azul turquesa del estanque de su jardín, en el que el jazmín empezaba tenuemente a florecer entre los rosales, se sentía libre, pura. Como los peces de colores que nadaban tranquilos, sin prisa, bajo el límite entre la transparencia del fondo y la realidad del aire exterior. Era el único lugar donde podía verse, su único espejo, sin cristales, sin nada que pudiera hacerle daño, como él había dispuesto. Ni en su tocador de cabecera, ni en ninguna de las salas de baño y cuidados, siempre inundadas del personal de servicio, ni en ninguno de los departamentos a los que ella tenía autorizado acceder. Sólo su pelo negro y lacio, sus hombros perfectamente simétricos y fuertes y, sobre todo, sus ojos azules, ese azul que el día de su nacimiento la delató, un azul más claro que el del propio estanque, que hizo a su padre descubrir que no era tal cuando su madre no pudo darle una respuesta y se sumergió para siempre bajo las aguas del Río Lijiang.

Aquel día cumplía dieciséis años, la edad que tenía la que le dio la vida cuando dio a luz a una niña bastarda, impura, extraña en una familia de arraigadas raíces de sangre, que nunca iba a aceptar que su legado se truncara.

Y entonces apareció él: frío como el hielo, con una mirada negra azabache y unos hombros desiguales, delicados como las hojas de bambú que creían a la orilla del riachuelo.



Sobre el agua transparente cayó una gota salada; la gota por la que los peces se olvidaron de nadar, de ser de agua dulce para perder su identidad; los nenúfares se desprendieron, huyendo libres hacia las orillas del estanque. Intentó buscarse en el reflejo de nuevo, por última vez, y a cada lágrima, su imagen se iba desvaneciendo, convirtiéndose en una masa sin forma en la que ese azul de sus ojos y el negro de su pelo se iban tiñendo del rojo impuro de su sangre.



Candela Martín

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